“ No hace falta que estés muy ocupada para que las cosas sucedan. Si estás constantemente haciendo, no dejas sitio para que la Madre Tierra pueda hacer nada por ti. Reserva un tiempo para la nada desapegada: crear, jugar y relajarse.”
Rebecca Campbell
Hoy quise escribir sobre algo que me atraviesa últimamente: la epidemia de «estar siempre ocupados». ¿A vos también te pasa?
La mayoría de nosotros vivimos a un ritmo tan acelerado; nos pasamos la vida corriendo, para llegar quién sabe qué lugar. Y en esa maratón de cosas cotidianas, perdemos de vista lo más importante, lo que le da sentido a todo lo demás: quienes somos y qué hemos venido a hacer a este mundo.
Talvez vos como yo te estés preguntando ¿En qué se van mis horas y mis días? ¿Qué se lleva mi energía? ¿A qué y a quién le dedico mi tiempo? Y es fundamental que lo hagas, porque en eso se te está yendo la vida.
Conectar con nuestro propósito requiere conectar con nuestro Ser y con la Vida misma. Se trata mucho más de sentir que de pensar. ¿Cómo te sientes hoy? ¿Lo sabes? Es importante, porque cada emoción o sensación que te atraviesa encierra un mensaje para ti.
¿Cuánto tiempo le dedicas a escucharte? ¿Cuánta atención le dedicas a crear esos espacios que te permitan bajar un cambio, registrarte, tomar conciencia de qué estás necesitando?
Y no estoy hablando de cosas muy sofisticadas; no, no. No hace falta irse al Himalaya, ni tener un año sabático, aunque bienvenido sea si esa es tu elección. Hablo más bien del día a día, en la que hoy mismo es tu vida.
De esos pequeños, simples y mágicos momentos en que nos permitimos no hacer y simplemente Ser. Momentos para conectar con el ahora y agradecer. Momentos para hacer silencio y escuchar lo que tu cuerpo tiene para decir. Puede ser tan simple como registrar que tienes hambre, sed o necesitas descansar. Tan vital como respirar, y hacerlo conscientemente. Tan legítimo como estar triste o ansiosa , y entender por qué o para qué.
Existe una gran sabiduría en aprender a identificar cómo te encuentras y qué necesitas a cada momento. El paso siguiente es dártelo amorosamente. Pero para eso, debes aprender a conocerte y escucharte. Y hacer de eso un hábito. ¿Qué estas necesitando?
Cuando el cuerpo está tranquilo y en equilibrio, es más fácil que la mente se serene. Y solo cuando la mente calla, podemos escuchar la voz del alma. Es en la quietud y el silencio donde están las grandes respuestas, porque el alma no grita, susurra. ¿Te animas a escucharla?